Secundino E. Darias García, historiador experto en Aviación. Santa Cruz de Tenerife.
(Artículo publicado en el Diario de Avisos el 4 de junio de 2011).
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Sir Alan Cobham en una foto de la
época
(Foto: Colección de
Secundino E. Darias García).
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Hasta 1928, habían pasado por Canarias aviadores españoles, franceses, portugueses, alemanes e, incluso, brasileños, pero aún no había volado a las Islas ningún aeroplano británico. Con la escala ese año de sir Alan Cobham, no sólo llegaron al Archipiélago la primera tripulación y el primer hidroavión de esa nacionalidad, sino también uno de los protagonistas más destacados en los inicios de la aviación comercial. Por otra parte, la presencia de lady Gladys Cobham, esposa del aviador, representó la llegada de la primera pasajera del aire a Canarias. La estancia de aquel aparato en el Puerto de la Luz de Las Palmas generó además otras anécdotas curiosas.
Un aviador para la Histotia
La fama de
gran explorador de las rutas aéreas del entonces Imperio Británico comenzó en
1924. En esa fecha, el Gobierno forzó la creación de la Imperial Airways, cuyo
principal cometido en aquellos años era el establecer líneas aéreas con los
territorios más alejados de la India, Australia y Sudáfrica. A finales de ese
mismo año, Cobham recibió el encargo de estudiar un posible itinerario aéreo
hasta la primera de esta lista. El vuelo se desarrolló sin problemas y el aviador
regresó a Gran Bretaña a comienzos de 1925 a los mandos del De Havilland D.H.50, su
montura durante este vuelo, con una amplia información que sería de gran
utilidad para la Imperial Airways. En junio, iniciaría otro viaje de estudio,
esta vez con destino a Sudáfrica, regresando con éxito en el invierno de 1926.
Sin darse un respiro, Cobham asumió el reto de un vuelo aún más largo con
destino a Australia. Para tal propósito, hizo que el D.H.50 fuera transformado
en hidroavión, sustituyendo su tren de aterrizaje por dos flotadores,
consciente de que las escalas más factibles debían ser acuáticas ante la
ausencia de campos de aviación. El viaje, esta
vez, se tornaría dramático cuando, a su paso por tierras de Irak, un beduino
disparó su fusil sobre el aeroplano. El piloto británico no fue alcanzado, pero
sí Arthur Elliot, su inseparable mecánico. Cobham
intentó llevarlo a toda prisa apurando al máximo el motor del D.H.50 hasta
Basora. Sin embargo, Elliot, a pesar de haber sido ingresado en un hospital, no
sobrevivió. El aviador quedó profundamente afectado por esta muerte, y a punto
estuvo de desistir en su intento de continuar viaje a Australia. Finalmente,
lograron convencerlo para reanudar el vuelo y la Royal Air Force le proporcionó un mecánico que le pudiese acompañar
el resto del itinerario. Cobham logró su objetivo alcanzando la ciudad de Melburne,
ya en tierras australianas. A su regreso, el aviador amerizó con su hidroavión
en el Río Támesis frente al edificio del Parlamento, mientras miles de personas
le recibían en sus riveras y puentes. Por su hazaña, el nuevo héroe británico
fue nombrado caballero y pasó a recibir el trato de “sir”.
El segundo vuelo por África
Sin embargo, los
éxitos no dejaron que sir Alan Cobham desistiera de intentar nuevos vuelos y,
en 1927, volvió a despegar rumbo a África. Consciente de la posibilidad de usar
grandes hidroaviones para desarrollar la línea aérea con Ciudad de el Cabo, el
aviador planteó la realización de otro itinerario por este continente con uno
de estos aparatos. El Gobierno dio su beneplácito a la nueva iniciativa y, a
modo de préstamo, el Air Council le cedió el Short Singapore I, un prototipo
del que sólo se fabricó este modelo y antecedente de las series Singapore II y
III. Se trataba de un gran hidrocanoa biplano de 28,40 m de envergadura, con
un casco metálico de 19,50 m
de longitud y dotado de dos motores Rolls-Royce Condor IIIA de 705 caballos de
potencia cada uno. Asimismo, podía transportar casi tres toneladas, lo que
permitió a Cobham cargarlo, entre otros útiles, con tiendas de campaña, una
cocina, algunas armas para el peligroso viaje, recambios y herramientas. Como
integrantes de la expedición el piloto británico contó con su esposa Gladys, el
capitán Henrry V. Worral, como copiloto; los mecánicos Green y Conway, de la
Rolls-Royce, y el cámara Bonnet del noticiario cinematográfico Gaumont. El
viaje, iniciado el 17 de noviembre, pudo, no obstante, haberse truncado días
más tarde en la escala en Malta. Allí, el hidro fue fondeado en una bahía poco
protegida y el fuerte oleaje lo zarandeó de tal manera que hubo que hacer una
cadena humana para poder sujetar sus amarras. Con todo, el aparato sufrió
varios daños, incluidos la pérdida de los flotadores bajo las alas, que fueron
arrancados por el oleaje, y graves destrozos en los planos, especialmente, en
el inferior cuya ala de babor quedó reducida a la mitad. Hubo que esperar
varias semanas hasta dejar de nuevo en estado de vuelo al Singapore I. Tras
éstas, Cobham y su tripulación reanudaron el viaje rumbo al Norte de África. En
Egipto, siguieron el curso del Nilo y, más al sur, alcanzaron el la zona de los
grandes lagos, para, finalmente, dirigirse a Ciudad de el Cabo, a donde
llegaron el 30 de marzo de 1928.
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El
Short
Singapore I con Alan Cobham a los mandos. En este hidrocanoa el avidor y
su tripulación llegaron a Las Palmas de Gran Canaria en 1928 (Foto: Short Aircraft since 1900).
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Llegada a Gran Canaria
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Lady Gladys
Cobham, esposa del aviador,
fue la primera pasajera en llegar a a Canarias por avión (Foto: A Time to Fly de Alan Cobham). |
Concluida esta
primera parte del viaje, ahora quedaba la vuelta, que se llevaría a cabo a
través de la costa atlántica, ruta que llevaría a Cobham hasta Canarias. De
esta manera, a finales de mayo, el aviador británico había alcanzado ya
Port-Etiénne, en el extremo norte de Mauritania y última escala antes de poner
rumbo a este archipiélago. El Singapore
I, llegaría finalmente a Las Palmas a las 15:00 horas del 23 de mayo,
amerizando en el Puerto de la Luz. A bordo, su esposa Gladys, la primera mujer
en llegar a Canarias en un vuelo, también llevaba las primeras mascotas traídas
en un avión, dos pájaros canarios obsequiados en Malta por el gobernador de
esta isla del Mediterráneo. La lancha de la Comandancia de Marina salió para
recibirles y ayudarles en la maniobra. En el muelle, les esperaban el cónsul
británico, representantes de las instituciones insulares, numerosos curiosos y miembros
de la prensa. Nada más poner el pie en tierra, Cobham fue asaltado por los
periodistas locales, a los que se prestó a atender a pesar del cansancio del
viaje. El aviador dejó constancia en sus libros de que su intención al llegar a
Las Palmas había sido la de estudiar su puerto como posible escala aérea. En aquella
entrevista, reproducida en el periódico La
Prensa, también quedó señalada esta idea del piloto británico al comentar
“llevo la misión de informar al Gobierno inglés de las posibilidades que
ofrezcan los puertos de escala para el establecimiento de líneas comerciales de
aviación. Y claro está que uno de los puertos sobre el que emitiré informe será
este de la «Luz.» [sic]”. Alguien debió percatarse de la fatiga por el viaje
que estaba padeciendo Cobham y alguien, cortésmente, le ofreció una abundante
comida. El aviador sonrió y exclamó “¡Con la comida delante hablo de todo lo
que ustedes quieran!”. Continuó así con el relato de su viaje desde su salida
de Londres, comentando en especial los graves desperfectos sufridos por el
hidro en Malta. Ese mismo día se
organizó una fiesta en el Club Náutico, donde fue agasajado por las autoridades
locales.
Inspección del Puerto de la Luz
Al día
siguiente, no obstante, Cobham se encontró mal y hubo de quedarse en cama. El
aviador atribuyó esta indisposición al sobreesfuerzo realizado, casi sin
interrupción, desde su salida de Costa de Marfil. Aprovechó así para responder
la numerosa correspondencia atrasada, sirviéndole su esposa de improvisada
secretaria. La tripulación por su parte revisaría el hidro y repararía sus
posibles averías. Una fisura en uno de los depósitos de combustible fue
solucionada ingeniosamente por el capitán Worral, taponándola con chicle
masticado. Tan rápida solución nos puede dar una idea de la prisa que podían
tener los británicos por reanudar su vuelo hacia las restantes escalas que
debían estudiar. La lógica nos dice que hubiera sido más coherente el practicar
una soldadura sobre la superficie dañada, pero esta medida tal vez hubiera
supuesto no sólo el tener que vaciar y desmontar el depósito al completo, sino
también otras partes del hidro para poder repararlo, lo que hubiese supuesto un
serio retraso.
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Sentados en la cabina del hidro, Cobham, a la izquierda de
la foto, y el capitán Worral, su copiloto, a la derecha (Foto: British
Airways. An Airline and Its Aircraft).
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Poco después
de su llegada, Cobham comenzó a trabajar en el establecimiento de la línea con
Sudáfrica gestionada por su propia compañía. Sin embargo, a pesar de que Cobham
lograse el apoyo del propio ministro del Aire, sir Samuel Hoare, para su
proyecto de línea aérea, no logró más apoyos. Ningún empresario u otra
institución prestaron atención al aviador. Parece que, incluso, la propia
Imperial Airways estuvo involucrada en cierto boicot a la iniciativa que el
gran explorador mantenía por entonces. Finalmente, Cobham tuvo que desistir de
su intento ante la falta de financiación. No obstante, el proyecto de línea a
Sudáfrica no sería abandonado. Irónicamente, su competidora, la Imperial
Airways, desarrollaría esta ruta precisamente a través del Nilo y los grandes
lagos africanos con hidroaviones de gran tamaño, pero sin conexiones a lo largo
de la costa atlántica y, por tanto, sin que Canarias tuviese la posibilidad de
entrar dentro del sistema de comunicaciones británico de aquella época.
Cobham no
volvería a desarrollar nuevos vuelos exploratorios y se dedicó a organizar
espectáculos aéreos en Gran Bretaña. También fue el artífice de la aparición de
los aviones cisterna, con los que se efectuaron los primeros
reaprovisionamientos en vuelo de la historia, destinados a los hidroaviones
comerciales que debían cruzar el Atlántico Norte para los vuelos entre Gran
Bretaña y Canadá. Sir Alan Cobham falleció en 1973 a la edad de 79 años, pasando
a la Historia por ser uno de los aviadores más destacados en la exploración de
las rutas aéreas más alejadas del planeta.
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