EL ORIGEN DE LA INTERVENCIÓN ALEMANA EN ESPAÑA
Secundino E. Darias García, historiador experto en Aviación. Santa Cruz de Tenerife.
Secundino E. Darias García, historiador experto en Aviación. Santa Cruz de Tenerife.
(Artículo publicado en Canarias 7 el 31 de julio de 2011).
Uno de los Junkers Ju 52 utilizados por los nacionalistas lleva el lema CAPITÁN HAYA y exhibe el símbolo falangista del yugo y las flechas, muy usado en los aviones con tripulación española. La primera ayuda enviada por Hitler al general Franco fueron veinte de estos modelos de trimotor (Foto: Aeroplano núm. 5). |
A su llegada a Marruecos,
tras volar desde Canarias en el Dragon Rapide, el general Franco se encontró
inmovilizado por el bloqueo naval del Gobierno y con el problema de no disponer
de aviones con los que enviar sus tropas a la Península. Para solucionar esta
situación, sería necesaria la intervención de otro avión que se hallaba por
entonces en Gran Canaria.
El general Franco bloqueado en el Estrecho
de Gibraltar
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El general Franco pudo haber
quedado bloqueado
en Marruecos y la sublevación militar pudo haber
fracasado
sin la intervención alemana
(Foto: laaventuradelahistoria.es).
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El riesgo de sublevación
de los unidades navales se hacía patente ante estos incidentes, pero el
Gobierno confiaba en la lealtad de los suboficiales y la marinería, quienes estaban
recibiendo por radio órdenes directas desde Madrid de oficiales de confianza
elegidos por Giral. Como primer efecto, la dotación del Churruca, al ser informada de que habían escoltado un transporte de
tropas rebeldes, detiene a sus oficiales y se reintegra bajo el mando del
Ministerio de Marina. Similares acciones se producen en los restantes buques,
cuando los radiotelegrafistas y suboficiales se percatan de que las órdenes
enviadas desde Madrid comienzan a ser desobedecidas por sus mandos. Con los
oficiales ya sustituidos por sus subordinados, el día 21 el bloqueo recobró su
total normalidad con casi una veintena de unidades de todas las clases,
quedando las tropas de Marruecos definitivamente inmovilizadas por mar. La
sublevación en estos buques había fracasado porque los conspiradores no le
habían dado un papel decisivo. Se esperaba que fueran las fuerzas terrestres
las que pudieran ejercer el control en las principales ciudades, y que el arma
naval, simplemente, se incorporarse al golpe militar sin contratiempos, por lo
que nadie pensó en coordinarse con los mandos de la Marina.
La alternativa de la
aviación para enviar tropas a la Península era otro quebradero de cabeza, dado
que los sublevados disponían de pocos aviones que sirvieran como transportes. Se
contaba con cuatro Fokker F.VII, uno de ellos monomotor, con capacidad para 10
pasajeros, y los otros tres trimotores para 14 plazas, de los que se perdió uno
a los pocos días. A éstos, se le sumaban dos hidrocanoas Dornier Wal, en los
que cabían hasta ocho soldados, y un solo Dougls DC-2, de catorce pasajeros,
capturado en Sevilla. Aun con estas limitaciones, se intentó el envío de tropas
a Sevilla con los Fokker desde el día 20. Se logró así que los 60 primeros
legionarios transportados contribuyesen a que el general Queipo de Llano controlase
esa capital. No obstante, no se podía garantizar la llegada más que de unas
docenas de soldados por día y no de cientos, como era lo deseable, y mucho
menos compaginarla con el envío de la necesaria artillería. De los 47.000 militares
disponibles en Marruecos, sólo lograron cruzar por aire unos 850 hasta el 31 de
julio. Franco necesitaba urgentemente conseguir más aviones de transporte en el
extranjero.
El trimotor requisado en
Gran Canaria
Junkers Ju 52/3m de la compañía Lufthansa. El aparato, matriculado D-APOK y bautizado con el
nombre de Max von Müller, era un
trimotor con la característica chapa ondulada de los modelos comerciales de
este fabricante y realizaba la conexión Sevilla-Gando-Butharst (en la Gambia
británica), sección de la más larga línea postal entre Alemania y Sudamérica. El
día 18, no había aterrizado en Gran Canaria tras su salida de Gambia, ya que, ante
la declaración de la ley marcial en Las Palmas, Otto Bertram, representante de
la compañía alemana, había telegrafiado en pleno vuelo a su piloto, Alfred
Henke, para que se desviara a Villa Cisteros (actual Dahkla), en el Sáhara.
Henke obedeció la orden y, al llegar a aquel aeródromo español, se enteró de
que se había producido un levantamiento militar en España. Al día siguiente, Bertram,
tal vez porque observó más estabilidad en Las Palmas, solicitó permiso para que
el avión volase a Gando y así lo hizo el trimotor el citado día 20. A lo largo
de esa jornada, el representante de Lufthansa pareció cambiar de idea y solicitó
otro vuelo del Junkers a Villa Cisneros. No queda clara la razón para regresar
allí. Es posible que Bertram pensase que, definitivamente, el avión corría
algún riesgo, y, en efecto, así era. Ese mismo día el general Franco telegrafió
a Las Palmas ordenando la requisa del Max
von Müller. Bretram protestó enérgicamente cuando el general Luis Orgaz,
quien se hallaba en Gran Canaria al frente del levantamiento armado en las
Islas, procedió a la confiscación del trimotor con la intención de arrojar
octavillas sobre las localidades del interior de Gran Canaria, donde la
resistencia a la sublevación militar era manifiesta. Ya el día 15, había tenido
lugar una entrevista entre ambos, en la que el militar español le había
propuesto que prestase ayuda a los golpistas proporcionándoles un avión. Orgaz quería
asegurarse de que se podía contar con otro aeroplano para Franco en caso de que
fracasase el envío del Dragon Rapide. Bertram se negó a participar en aquellos
planes, señalando que, como simple extranjero residente en España, no podía intervenir
en una acción contra el Gobierno. Hay que tener en cuenta que, a diferencia de
lo que ocurriría posteriormente en la guerra civil, por entonces, no existían
implicaciones de Alemania en favor de los golpistas, ya que aún no se habían
gestado los contactos entre Franco y Hitler. Asimismo, es posible que Bertram, quien
también actuaba como jefe de los servicios de espionaje germanos en Canarias,
no quisiese verse comprometido, o que, como representante de Lufthansa,
pretendiera evitar un perjuicio a la compañía. En cualquier caso, a pesar de
las protestas, el mismo día 20 el trimotor quedó confiscado y el lanzamiento de
proclamas sobre Gran Canaria se realizó esa misma tarde.
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Otto Bertram, representante de Lufthansa en
Las Palmas, protestó enérgicamente por la requisa
(Foto: Franco, Hitler y el
estallido
de la Guerra Civil de Ángel Viñas).
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Al día siguiente, Bertram
fue requerido para que acudiese a Gando donde los militares le comunicaron por
escrito que se procedía a una nueva requisa para un otro vuelo. El alemán supo
que la nueva misión para el Max von
Müller era, esta vez, la de transportar al general Orgaz a Marruecos. Ésta
era la orden que Franco realmente había telegrafiado el día anterior. Bertram
montó en cólera, llegando, incluso, a despedir a la tripulación, al parecer,
por la actitud de indiferencia que mostró Henke. Las protestas, que continuaron
ese día, obligaron a Orgaz a mostrarse enérgico al día siguiente informando de
que el avión realizaría el vuelo esa misma jornada. Ahora sería también el
Consulado alemán, representado por Harald Flick, en ausencia del cónsul, el que
se sumaría a las quejas. El general adoptó entonces una actitud más diplomática
ofreciendo un talón de 90.000 pesetas con el que cubrir los posibles daños o,
incluso, la pérdida del trimotor. Aun así, Bertram no cedió hasta que se le
prometió la devolución del Junkers a Lufthansa una vez concluido el vuelo a
Marruecos. Solucionadas las disputas, ese mismo día 22 por la noche, el general
Orgaz y otros tres oficiales embarcaban en el Max von Müller despegando rumbo a Tetuán.
Franco envía el Junkers a
Alemania
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Alfred Henke, piloto del Junkers requisado,
se
convertiría en el primer aviador alemán en
participar en la Guerra Civil
(Foto:
Icare núm. 161).
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El Junkers Ju 52 matriculado D-APOK y de
nombre Max von Müller, protagonista de esta historia. Aquí aparece en Marruecos
con los negociadores que partirían para Berlín. De izquierda a derecha, con
gorra de plato, Francisco Arranz Monasterio, jefe de la escasa aviación
sublevada en el Protectorado; Johannes Bernhart, con la carta de Franco para
Hitler en su mano; Alfred Henke, piloto; alguien no identificado, probablemente
un miembro de la tripulación, y, con sombrero y gabardina en la mano, el jefe
del partido nazi en Merruecos, Langenheim (Foto: Air
services in Nationalist Spain during the Civil War, 1936-1939 de F.
Gómez-Guillamon).
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Esa misma tarde se
organizó el grupo para el viaje, en el que, además de Bernhart y Langenheim, viajaría el capitán y
piloto Francisco Arranz Monasterio, por entonces, jefe del Estado Mayor de las
escasas fuerzas aéreas de los sublevados en Marruecos. Bernhart también llevaba
una carta de Franco para entregársela a Hitler, en la que exponía su situación
en Marruecos y los suministros que necesitaba. El Max von Müller, despegó a las 17:30 de esa misma tarde dirigiéndose
primero a Sevilla, donde el grupo se entrevistaría con el general Quipo de
Llano, informándole de su misión en Alemania. A las 02:00 de la madrugada, el
avión tomó rumbo a Marsella, pero uno de los motores sufrió una avería y el
Junkers regresó a la cuidad andaluza para la reparación, retomando el vuelo a
las 06:00. A su paso por Albacete, al parecer, un avión republicano lo divisó y
lo persiguió, pero, al comprobar que llevaba matrícula civil alemana, no
disparó sobre él, logrando así llegar a Marsella a las 13:00 horas sin mayores
contratiempos. Allí, coincidieron con los negociadores que el general Mola
había enviado a Roma para la petición de ayuda a Italia, y con quienes
intercambiaron impresiones los pasajeros del Junkers. Esa tarde el Max von Müller efectuó una breve escala
en Stuttgart para repostar y siguió hacia Berlín, donde aterrizó ya al
anochecer del día 24.
La ayuda de Hitler
A la mañana siguiente, el
capitán Arranz se dirigió a la Embajada española para enterarse de cuál era la
situación allí y realizar gestiones por su cuenta. Mientras, Bernhart y
Langenheim rentabilizarían las suyas, no sin alguna dificultad, pudiendo
contactar con Ernst Bohle, jefe de la Organización para el Extranjero
del partido nazi, quien telefoneó a Rudolf Hess. Hess, segundo líder del
régimen después del propio Hitler, con los cargos de jefe del partido y
ministro de Estado, se interesó por los emisarios de Franco y sus
noticias sobre España. Les proporcionó así su avión personal para que lo
visitaran en Turingia, donde se hallaba en esas fechas. Esta nueva entrevista
llevó al jefe del partido a telefonear a Hitler recomendándole que también los
recibiera. Bernhart y Langenheim volaron ahora a Nuremberg, acompañados de Wolfgang Kraneck, jefe del Departamento Jurídico del partido. De allí, se
desplazarían en coche hasta Bayreuth, donde Hitler asistía a los
festivales de música en honor a Wagner. En torno a las 22:30 de la noche de
aquella larga jornada, fueron finalmente recibidos por el líder nazi. Bernhart
se erigió como portavoz entregando y traduciendo la carta de Franco y
explicando la situación en Marruecos. En el documento se hacía hincapié en el
envío del material indispensable, remarcando la urgencia de recibir aviones transporte
de la máxima capacidad. Asimismo, Franco le transmitía que su lucha era de
marcado anticomunismo y que España corría el riesgo de convertirse en un estado
bolchevique. Hitler, en principio escéptico ante la intervención alemana, fue
cambiando de opinión a medida que transcurría la conversación y le llegaban
noticias de que Francia, donde gobernaban las izquierdas, estaba a punto de
enviar ayuda a la República española. No se sabe qué argumento, o argumentos, convencieron
finalmente al líder nazi, pero lo cierto es que, con mayor predisposición para ayudar a
Franco, solicitó la asistencia a la reunión de los ministros de Aviación, Hermann
Goering, y de Guerra, Werner von Blumberg, y de un representante de la Marina. Hitler
expuso la posibilidad de apoyar al general español, comentando que la prioridad
en esos momentos era el envío de armas y aviones, y no tanto la de unidades
militares. Goering, reticente al comienzo, entendió que la participación de la
aviación alemana en el primer puente aéreo entre dos continentes podía ser una
valiosa experiencia, a la vez que consideró la posibilidad de obtener materias
primas de España, indispensables para la industria bélica germana.
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Legionarios llegados a Sevilla en uno de los Junkers Ju 52 enviados por Hitler a Franco. La llegada de estos trimotores
proporcionó al general español el vital puente aéreo con el que trasladar sus
tropas desde Marruecos a la Península (Foto: La Guerra Civil Española, Ediciones Folio).
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Como resultado de esta larga
reunión, finalmente se acordaría el envío inmediato de 20 Junkers Ju 52 para el
transporte de tropas, que serían llevados en vuelo por sus tripulaciones desde
Alemania. El primero de ellos sería el propio Max von Müller, que, pilotado de nuevo por Henke, ahora de mejor
talante, realizó el viaje directo a Marruecos el día 28, añadiéndole al avión depósitos
extras de carburante. Henke daría inicio al puente aéreo ese mismo día trasladando
a una treintena de soldados en cada uno de los tres o cuatro viajes realizados
en esa jornada. Una vez llegados los restantes trimotores, cientos de soldados y
de componentes de material militar comenzaron a ser trasladados de forma masiva
a partir del día 6 de agosto, superándose por completo el bloqueo naval por vía
aérea. Para entonces, las sorprendidas fuerzas de la República ya no pudieron
detener el avance de las tropas profesionales del general Franco, que se harían
con el control de amplias zonas del sur de la Península, provocando así el
inicio definitivo de una larga guerra civil y el final de una etapa política en
la Historia
de España.
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