Secundino E. Darias García, historiador experto en Aviación. Santa Cruz de Tenerife.
(Artículo publicado en el Diario de Avisos el 23 de enero de 2011).
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Marga von Etzdorf se prepara para despegar desde
Los Rodeos, Tenerife, tras su vuelo a Canarias en diciembre de 1930
(Foto: Colección de Secundino E. Darias Gracía).
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Antes del
vuelo de la aviadora alemana Marga von Etzdorf, la primera mujer en llegar a
Canarias en un avión, aunque como pasajera, había sido la británica Lady Gladys Cobham. Lo hizo en 1928 a
bordo del hidroavión pilotado por su esposo, el famoso explorador aéreo Sir Alan Cobham. Sin embargo, ninguna mujer lo había hecho a los mandos de su
propio aeroplano hasta que, en 1930, esta alemana acometió el reto de volar
hasta las Islas Canarias en solitario a la edad de 23 años.
Marga von
Etzdorf decidió ser aviadora a la temprana edad de diecinueve años en una época
en la que la mujer piloto sufría una gran discriminación. Aunque no tan patente
como en otros países, en Alemania las aviadoras sufrieron el machismo de alguno
de sus colegas. A diferencia de otros países, como Gran Bretaña, donde la
presencia de una mujer a los mandos de un aeroplano no causaba tanta crítica,
las aviadoras alemanas tuvieron que demostrar aún más su valía. Tal vez por esa
razón, sumada a ímpetu audaz, Marga von Etzdorf perseveró hasta convertirse en
la primera mujer en el mundo en obtener los títulos de piloto deportivo,
acrobático, de planeadores y comercial. Esta última licencia hizo que, en 1927,
se convirtiera además en la primera aviadora en volar en una línea aérea. Entró
así en la plantilla de Lufthansa como copiloto de un Junkers F.13 en la línea
Berlín-Breslau y, posteriormente en la más larga conexión internacional
Berlín-Stuttgart-Basilea. Tres años más tarde, inició una serie de grandes
vuelos en solitario, destacando entre las aviadoras de su país como la pionera
de los denominados raids a larga
distancia. Para ello, adquirió una avioneta Junkers A.50 Junior a la que
bautizó con el lema Kiek in die Welt, traducido como Mirando al Mundo,
expresión que resumía su anhelo de volar por todo el planeta. El verano de 1930
realizó su primer gran vuelo entre Berlín y Estambul, sobrevolando los Balcanes
y regresando a la capital alemana a través de los Cárpatos y Polonia. Tras este
éxito, se planteó ese mismo año el proyecto más ambicioso de volar a Canarias.
El vuelo hasta Gran Canaria
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La aviadora retratada en la época en la que voló a Canarias
(Foto: Colección de Secundino E. Darias Gracía).
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En el viaje,
iniciado en Berlín el 14 de noviembre, efectuó escalas en Suiza, Francia y
España. Luego afrontó la arriesgada etapa del cruce del Estrecho de Gibraltar,
alcanzando Rabat y, más al sur, Agadir. Sin embargo, uno de los tramos más
peligrosos a los que debía enfrentarse estaba más al sur, entre esta localidad
del Marruecos francés y la escala de Cabo Juby (actual Tarfaya) en la entonces
colonia española de Río de Oro (hoy Sáhara Occidental), última escala antes del
salto a Canarias. Aquella era una zona peligrosa en la que habían sido
secuestrados varios aviadores, quienes, por averías en sus aeroplanos, se
habían visto en la necesidad de aterrizar en esta franja del desierto. Por
entonces, Ifni, territorio bajo jurisdicción española, aún no había sido
ocupado, no existiendo en él ninguna guarnición que pudiese servir ni de
refugio ni de escala. Ese mismo año, en la propia zona de Río de Oro, habían
sido rescatados algunos aviadores militares españoles que se habían extraviado
en el desierto. A pesar de estos riesgos, la Junkers Junior, una avioneta
completamente metálica y resistente, demostró una gran fiabilidad. La propia aviadora
se encargaba personalmente de su mantenimiento gracias a sus conocimientos de
mecánica. Así, ya a comienzos de diciembre, Marga von Etzdorf llegaba a Cabo
Juby, donde el destacamento español y el personal de la compañía francesa
Aéropostale, que realizaba la conexión con Sudamérica, la recibieron
calurosamente. Ahora sólo quedaba volar a Canarias.
El día 6,
emprendía otra etapa peligrosa, el salto a las Islas. El tiempo parecía
razonable, por lo que, aquella mañana, la aviadora volvió a subirse sobre su
pequeño aeroplano y alzó el vuelo desde el campo cercano a aquel fuerte
español. A pesar de los riesgos del nuevo tramo, casi una hora más tarde del
despegue, distinguía la silueta de Fuerteventura bajo las nubes que cubrían
esta isla. Luego, siguió a Gran Canaria y, minutos más tarde, volaba a gran
altura sobre Las Palmas. Pasadas las 12:00 horas, ya se aproximaba a Gando, y a
las 12:20 aterrizaba en su campo sin
mayores contratiempos. Allí, un gran gentío la esperaba, a cuya cabeza
se encontraban representantes de las instituciones locales y el cónsul de
Alemania en esta isla, Walter Sauermann. Tras los elogios de los asistentes fue
trasladada en coche hasta la casa del cónsul, donde pasó el resto de la jornada.
Al día
siguiente a su llegada, domingo, se celebraba una fiesta de gala a la que fue
invitada por las autoridades locales, y a la que asistieron el propio cónsul,
el gobernador civil, el presidente del Cabildo y el alcalde de la capital
grancanaria. En ella, se planeó un recorrido para el lunes por el norte de la
isla hasta Agaete. Por la mañana, se trasladaron en automóvil, lo que permitió
a la aviadora el observar los grandes cultivos de plátanos y sus charcas, donde
se almacenaba la indispensable agua para regarlos. Siguieron su periplo por el
norte de la isla hasta llegar a Agaete, donde quedó admirada por su paisaje,
del que llegó a afirmar que era uno de los más hermosos que había visto en su
libro publicado en 1931, que llevó el lógico título de Kiek in die Welt.
En el mismo municipio, se organizó un almuerzo donde fue sumamente agasajada.
Allí, entre vítores, descubrió el vino local, del que también llegó a hacer
elogios.
Llegada a Tenerife
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Marga von Etzdorf junto a su Junkers A.50 Junior,
la
avioneta con la que voló a Canarias
(Fuente: wienbibliothek.at).
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El día 9, la
aviadora despegó rumbo a Tenerife. En su aproximación a esta isla, se dirigió a
Santa Cruz sobrevolándola hacia las 13:00 horas, para, minutos después,
aparecer en el cielo de La Laguna en dirección a Los Rodeos, donde realizó un
magnífico aterrizaje. De nuevo, los representantes locales, el cónsul en esta
isla, Jacob Ahlers, el vicecónsul Ernst Groth, numerosos tinerfeños y alemanes
residentes, y periodistas de varios medios le rindieron una calurosa bienvenida.
La aviadora, también muy agasajada esos días por sus nuevos anfitriones, no
perdió la oportunidad de realizar un recorrido turístico por Tenerife. Acompañada
por las esposas del cónsul y el vicecónsul, se dirigió al norte. Visitaron el
Valle de la Orotava y, poco después, el Jardín Botánico en el Puerto de la Cruz
y almorzaron en el Hotel Martiánez. De regreso a la capital, visitaron la
Iglesia de La Concepción en La Laguna, donde hicieron un especial elogio del
púlpito. Allí, firmó en el libro de visitas con la frase: “Aviadora mirando al
mundo”, antes de regresar a Santa Cruz.
Su marcha del
Archipiélago se efectuó el día 11. Aquella mañana, algunos de los asistentes
echaron una mano para recolocar la avioneta en el campo de Los Rodeos antes del
despegue. La aviadora se despidió del público y
puso rumbo directo a Cabo Juby. No se la pudo contemplar bien a su paso por
Gran Canaria, ya que volaba a gran altura. Esa fue la última oportunidad para
verla sobre las Islas. Marga von Etzdorf se llevaba muchos recuerdos que
quedarían plasmados en su libro y algunas fotografías aéreas de las Islas, entre
ellas, las del Teide y de la capital grancanaria. A su regreso a Cabo Juby, los
aeroplanos del destacamento español volaron para encontrarse con ella sobre el
océano y escoltarla hasta el campo de aterrizaje de aquella guarnición. Días
después, la aviadora regresaba a Europa volando a través de Marruecos, Túnez y
Argel, con la idea de cruzar a Italia rumbo a Alemania, ya en enero de 1931.
Pero el éxito del viaje se truncó por un accidente en Sicilia, donde su avioneta
quedó inutilizada para poder continuar rumbo a Alemania.
Este accidente
no hizo desistir a la tenaz aviadora y, ese mismo año, volvió a tomar los
mandos de su Kiek in die Welt para
desarrollar otro vuelo audaz de Berlín a Tokio sobrevolando los Urales y
atravesando Siberia. Fue la primera aviadora en volar sobre estas tierras. El
éxito del vuelo, realizado en 11 días, la recompensó con nuevas apariciones en
los titulares de la prensa y con homenajes en Japón. Desafortunadamente, al
intentar regresar con la avioneta, ésta sufrió otro accidente. La Junkers, que
tanto había compartido con la aviadora, fue vendida finalmente en Japón, donde
terminó sus días. Decidida a superar este vuelo, en 1933, Marga von Etzdorf
intentó el vuelo entre Alemania y Australia a los mandos de una nueva avioneta,
una Klemm Kl 32a. El desarrollo del itinerario marchaba sin ningún contratiempo
en sus primeras etapas hasta que intentó la escala en Alepo, Siria. El fuerte
viento en la zona hizo levantarse nubes de arena mientras intentaba la maniobra
de aterrizaje. La escasa visibilidad motivó que no pudiera calcular bien la
distancia y se estrelló contra una valla cercana al campo. La aviadora no salió
mal herida pero su aeroplano quedó destruido. Marga von Etzdorf quedó
profundamente desmoralizada. Un oficial francés la tachó además de absoluta
incompetente. La aviadora, sumida ya en una crisis nerviosa, se encerró en una
habitación, tomó su pistola y se quitó la vida. En Alemania, su trágica muerte
causó una gran conmoción y en su funeral se le llegaron a rendir honores
propios de un jefe de estado. Quedaba así truncada la vida de la aviadora que quiso volar por todo el mundo.
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