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domingo, 5 de mayo de 2013

EL OTRO AVIÓN DEL GENERAL FRANCO EN CANARIAS

EL ORIGEN DE LA INTERVENCIÓN ALEMANA EN ESPAÑA

      Secundino E. Darias García, historiador experto en Aviación. Santa Cruz de Tenerife.
(Artículo publicado en Canarias 7 el 31 de julio de 2011).

Uno de los Junkers Ju 52 utilizados por los nacionalistas lleva el lema CAPITÁN HAYA y exhibe el símbolo falangista del yugo y las flechas, muy usado en los aviones con tripulación española. La primera ayuda enviada por Hitler al general Franco fueron veinte de estos modelos de trimotor (Foto: Aeroplano núm. 5).
 
A su llegada a Marruecos, tras volar desde Canarias en el Dragon Rapide, el general Franco se encontró inmovilizado por el bloqueo naval del Gobierno y con el problema de no disponer de aviones con los que enviar sus tropas a la Península. Para solucionar esta situación, sería necesaria la intervención de otro avión que se hallaba por entonces en Gran Canaria.

El general Franco bloqueado en el Estrecho de Gibraltar


El general Franco pudo haber quedado bloqueado 
en Marruecos y la sublevación militar pudo haber 
fracasado sin la intervención alemana 
(Foto: laaventuradelahistoria.es).
Todos los historiadores de la Guerra Civil Española coinciden en que, en los primeros días tras la llegada del general Francisco Franco a Tetuán el 19 de julio de 1936, la sublevación militar pudo haber fracasado si el denominado “Ejército de África” no hubiese podido cruzar el Estrecho de Gibraltar. El primer gran reto al que tuvo que enfrentarse el futuro dictador de España fue el del bloqueo ejercido en aquella zona por las unidades navales leales al Gobierno. Dos días antes del inicio de la rebelión militar, el ministro de Marina, José Giral, ante la sospecha de un inminente golpe militar en Marruecos, decidió situar varios buques en el Estrecho, para tratar de cortar el paso hacia el sur peninsular de posibles tropas sublevadas. Así, el día 16 serían enviados los destructores Churruca y Lepanto para la vigilancia de Ceuta y Melilla, a los que se les unirían en la jornada siguiente los también destructores Sánchez Barcáiztegui y Almirante Valdés. Una vez conocida la noticia del triunfo de la sublevación en Marruecos, se le sumaron más efectivos a los ya presentes, partiendo el día 18 para el Estrecho cinco submarinos y los cruceros Miguel de Cervantes y Libertad y el acorazado Jaime I. A todos ellos, se les sumarían en fechas posteriores los destructores Alsedo y Almirante Antequera y otras unidades menores. No obstante, estas medidas no pudieron impedir que la madrugada del día 19 el Churruca, con sus oficiales en rebeldía, escoltase al motonave Ciudad de Algeciras hasta Cádiz, desembarcando tropas y contribuyendo a la toma de esta localidad, ni que el cañonero Dato, basado en Ceuta, diera protección, horas más tarde, al mercante Cabo Espartel para el transporte de efectivos hasta Algeciras, puerto que también fue tomado por tropas de Franco.

José Giral, ministro de Marina, tuvo sospechas 
de una posible rebelión en Marruecos y, dos 
días antes de la sublevación, comenzó a enviar 
unidades navales al estrecho de Gibraltar 
para organizar un bloqueo (Foto: La Guerra 
Civil Española, Ediciones Folio).
El riesgo de sublevación de los unidades navales se hacía patente ante estos incidentes, pero el Gobierno confiaba en la lealtad de los suboficiales y la marinería, quienes estaban recibiendo por radio órdenes directas desde Madrid de oficiales de confianza elegidos por Giral. Como primer efecto, la dotación del Churruca, al ser informada de que habían escoltado un transporte de tropas rebeldes, detiene a sus oficiales y se reintegra bajo el mando del Ministerio de Marina. Similares acciones se producen en los restantes buques, cuando los radiotelegrafistas y suboficiales se percatan de que las órdenes enviadas desde Madrid comienzan a ser desobedecidas por sus mandos. Con los oficiales ya sustituidos por sus subordinados, el día 21 el bloqueo recobró su total normalidad con casi una veintena de unidades de todas las clases, quedando las tropas de Marruecos definitivamente inmovilizadas por mar. La sublevación en estos buques había fracasado porque los conspiradores no le habían dado un papel decisivo. Se esperaba que fueran las fuerzas terrestres las que pudieran ejercer el control en las principales ciudades, y que el arma naval, simplemente, se incorporarse al golpe militar sin contratiempos, por lo que nadie pensó en coordinarse con los mandos de la Marina.

La tripulación del acorazado Jaime I saluda con el puño en alto como señal de su permanencia bajo el mando del Gobierno. Esta unidad fue una de las participantes en el bloqueo naval en el Estrecho de Gibraltar (Foto: Rojo y Azul: imágenes de la Guerra Civil Española, Ediciones Almena).
El destructor Lepanto, una de las unidades leales al Gobierno utilizadas en el bloqueo del Estrecho de Gibraltar. Durante la guerra, participó en el hundimiento del acorazado Canarias, de la flota nacionalista, lanzándole tres torpedos (Foto: La Guerra Civil Española, Ediciones Folio).
La alternativa de la aviación para enviar tropas a la Península era otro quebradero de cabeza, dado que los sublevados disponían de pocos aviones que sirvieran como transportes. Se contaba con cuatro Fokker F.VII, uno de ellos monomotor, con capacidad para 10 pasajeros, y los otros tres trimotores para 14 plazas, de los que se perdió uno a los pocos días. A éstos, se le sumaban dos hidrocanoas Dornier Wal, en los que cabían hasta ocho soldados, y un solo Dougls DC-2, de catorce pasajeros, capturado en Sevilla. Aun con estas limitaciones, se intentó el envío de tropas a Sevilla con los Fokker desde el día 20. Se logró así que los 60 primeros legionarios transportados contribuyesen a que el general Queipo de Llano controlase esa capital. No obstante, no se podía garantizar la llegada más que de unas docenas de soldados por día y no de cientos, como era lo deseable, y mucho menos compaginarla con el envío de la necesaria artillería. De los 47.000 militares disponibles en Marruecos, sólo lograron cruzar por aire unos 850 hasta el 31 de julio. Franco necesitaba urgentemente conseguir más aviones de transporte en el extranjero.

El trimotor requisado en Gran Canaria


El general Luis Orgaz Yoldi, jefe de las 
fuerzas sublevadas en Canarias, ordenó 
la requisa del Junkers Ju 52 en Gran 
Canaria. Utilizaría este aparato para 
desplazarse con él hasta Marruecos 
(Foto: La Guerra Civil Española
Ediciones Folio).
Mientras esto ocurría en la zona de Marruecos, el día 20, había llegado a Gran Canaria, el Junkers Ju 52/3m de la compañía Lufthansa. El aparato, matriculado D-APOK y bautizado con el nombre de Max von Müller, era un trimotor con la característica chapa ondulada de los modelos comerciales de este fabricante y realizaba la conexión Sevilla-Gando-Butharst (en la Gambia británica), sección de la más larga línea postal entre Alemania y Sudamérica. El día 18, no había aterrizado en Gran Canaria tras su salida de Gambia, ya que, ante la declaración de la ley marcial en Las Palmas, Otto Bertram, representante de la compañía alemana, había telegrafiado en pleno vuelo a su piloto, Alfred Henke, para que se desviara a Villa Cisteros (actual Dahkla), en el Sáhara. Henke obedeció la orden y, al llegar a aquel aeródromo español, se enteró de que se había producido un levantamiento militar en España. Al día siguiente, Bertram, tal vez porque observó más estabilidad en Las Palmas, solicitó permiso para que el avión volase a Gando y así lo hizo el trimotor el citado día 20. A lo largo de esa jornada, el representante de Lufthansa pareció cambiar de idea y solicitó otro vuelo del Junkers a Villa Cisneros. No queda clara la razón para regresar allí. Es posible que Bertram pensase que, definitivamente, el avión corría algún riesgo, y, en efecto, así era. Ese mismo día el general Franco telegrafió a Las Palmas ordenando la requisa del Max von Müller. Bretram protestó enérgicamente cuando el general Luis Orgaz, quien se hallaba en Gran Canaria al frente del levantamiento armado en las Islas, procedió a la confiscación del trimotor con la intención de arrojar octavillas sobre las localidades del interior de Gran Canaria, donde la resistencia a la sublevación militar era manifiesta. Ya el día 15, había tenido lugar una entrevista entre ambos, en la que el militar español le había propuesto que prestase ayuda a los golpistas proporcionándoles un avión. Orgaz quería asegurarse de que se podía contar con otro aeroplano para Franco en caso de que fracasase el envío del Dragon Rapide. Bertram se negó a participar en aquellos planes, señalando que, como simple extranjero residente en España, no podía intervenir en una acción contra el Gobierno. Hay que tener en cuenta que, a diferencia de lo que ocurriría posteriormente en la guerra civil, por entonces, no existían implicaciones de Alemania en favor de los golpistas, ya que aún no se habían gestado los contactos entre Franco y Hitler. Asimismo, es posible que Bertram, quien también actuaba como jefe de los servicios de espionaje germanos en Canarias, no quisiese verse comprometido, o que, como representante de Lufthansa, pretendiera evitar un perjuicio a la compañía. En cualquier caso, a pesar de las protestas, el mismo día 20 el trimotor quedó confiscado y el lanzamiento de proclamas sobre Gran Canaria se realizó esa misma tarde.

Otto Bertram, representante de Lufthansa en 
Las Palmas, protestó enérgicamente por la requisa 
del Junkers Ju 52 ante el general Orgaz 
(Foto: Franco, Hitler y el estallido 
de la Guerra Civil de Ángel Viñas).
Al día siguiente, Bertram fue requerido para que acudiese a Gando donde los militares le comunicaron por escrito que se procedía a una nueva requisa para un otro vuelo. El alemán supo que la nueva misión para el Max von Müller era, esta vez, la de transportar al general Orgaz a Marruecos. Ésta era la orden que Franco realmente había telegrafiado el día anterior. Bertram montó en cólera, llegando, incluso, a despedir a la tripulación, al parecer, por la actitud de indiferencia que mostró Henke. Las protestas, que continuaron ese día, obligaron a Orgaz a mostrarse enérgico al día siguiente informando de que el avión realizaría el vuelo esa misma jornada. Ahora sería también el Consulado alemán, representado por Harald Flick, en ausencia del cónsul, el que se sumaría a las quejas. El general adoptó entonces una actitud más diplomática ofreciendo un talón de 90.000 pesetas con el que cubrir los posibles daños o, incluso, la pérdida del trimotor. Aun así, Bertram no cedió hasta que se le prometió la devolución del Junkers a Lufthansa una vez concluido el vuelo a Marruecos. Solucionadas las disputas, ese mismo día 22 por la noche, el general Orgaz y otros tres oficiales embarcaban en el Max von Müller despegando rumbo a Tetuán.   

Franco envía el Junkers a Alemania


Alfred Henke, piloto del Junkers requisado, se 
convertiría en el primer aviador alemán en 
participar en la Guerra Civil 
(Foto: Icare núm. 161).
Una vez llegado el Junkers a Marruecos la mañana del día 23 y a pesar de las promesas hechas a Bertram, los sublevados se apropiaron definitivamente del trimotor. A la tripulación se le ordenó que no salieran del avión y, esta vez, Henke, claramente enfadado, sí protestó. Para entonces, Franco había intentado una solicitud de ayuda de los alemanes por medio de un telegrama a su embajada en Madrid, en la que pedía aviones de transporte, pero sus diplomáticos se habían negado a hacer efectiva tal petición a su Gobierno. Esta situación llevó al general a considerar la alternativa de enviar una delegación de negociadores hasta la misma Alemania usando el Junkers. El día 21 se había entrevistado con Johannes Bernhart, empresario alemán afincado en Marruecos, con una economía no muy boyante y miembro del partido nazi. El alemán, ya fuera por entrever algún beneficio económico o de prestigio personal, quedó convencido de la importancia de involucrarse en aquella misión. Tras esta reunión, Bernhart contactó con Adolf Langenheim, jefe del pequeño partido nazi en Marruecos, quien también se prestó a colaborar en aquellas gestiones. De esta manera, para cuando había aterrizado el Max von Müller en Tetuán, ya se había organizado la delegación de negociadores, cuyo objetivo era llegar a Berlín y tratar de reunirse con el propio Hitler. Sólo quedaba vencer la oposición de Henke, quien, tras largas horas de discusión y el ofrecimiento de un pago en francos franceses a Lufthansa por este servicio, finalmente aceptaría participar en la misión.

El Junkers Ju 52 matriculado D-APOK y de nombre Max von Müller, protagonista de esta historia. Aquí aparece en Marruecos con los negociadores que partirían para Berlín. De izquierda a derecha, con gorra de plato, Francisco Arranz Monasterio, jefe de la escasa aviación sublevada en el Protectorado; Johannes Bernhart, con la carta de Franco para Hitler en su mano; Alfred Henke, piloto; alguien no identificado, probablemente un miembro de la tripulación, y, con sombrero y gabardina en la mano, el jefe del partido nazi en Merruecos, Langenheim (Foto: Air services in Nationalist Spain during the Civil War, 1936-1939 de F. Gómez-Guillamon).
Esa misma tarde se organizó el grupo para el viaje, en el que, además de  Bernhart y Langenheim, viajaría el capitán y piloto Francisco Arranz Monasterio, por entonces, jefe del Estado Mayor de las escasas fuerzas aéreas de los sublevados en Marruecos. Bernhart también llevaba una carta de Franco para entregársela a Hitler, en la que exponía su situación en Marruecos y los suministros que necesitaba. El Max von Müller, despegó a las 17:30 de esa misma tarde dirigiéndose primero a Sevilla, donde el grupo se entrevistaría con el general Quipo de Llano, informándole de su misión en Alemania. A las 02:00 de la madrugada, el avión tomó rumbo a Marsella, pero uno de los motores sufrió una avería y el Junkers regresó a la cuidad andaluza para la reparación, retomando el vuelo a las 06:00. A su paso por Albacete, al parecer, un avión republicano lo divisó y lo persiguió, pero, al comprobar que llevaba matrícula civil alemana, no disparó sobre él, logrando así llegar a Marsella a las 13:00 horas sin mayores contratiempos. Allí, coincidieron con los negociadores que el general Mola había enviado a Roma para la petición de ayuda a Italia, y con quienes intercambiaron impresiones los pasajeros del Junkers. Esa tarde el Max von Müller efectuó una breve escala en Stuttgart para repostar y siguió hacia Berlín, donde aterrizó ya al anochecer del día 24.


La ayuda de Hitler

A la mañana siguiente, el capitán Arranz se dirigió a la Embajada española para enterarse de cuál era la situación allí y realizar gestiones por su cuenta. Mientras, Bernhart y Langenheim rentabilizarían las suyas, no sin alguna dificultad, pudiendo contactar con Ernst Bohle, jefe de la Organización para el Extranjero del partido nazi, quien telefoneó a Rudolf Hess. Hess, segundo líder del régimen después del propio Hitler, con los cargos de jefe del partido y ministro de Estado, se interesó por los emisarios de Franco y sus noticias sobre España. Les proporcionó así su avión personal para que lo visitaran en Turingia, donde se hallaba en esas fechas. Esta nueva entrevista llevó al jefe del partido a telefonear a Hitler recomendándole que también los recibiera. Bernhart y Langenheim volaron ahora a Nuremberg, acompañados de Wolfgang Kraneck, jefe del Departamento Jurídico del partido. De allí, se desplazarían en coche hasta Bayreuth, donde Hitler asistía a los festivales de música en honor a Wagner. En torno a las 22:30 de la noche de aquella larga jornada, fueron finalmente recibidos por el líder nazi. Bernhart se erigió como portavoz entregando y traduciendo la carta de Franco y explicando la situación en Marruecos. En el documento se hacía hincapié en el envío del material indispensable, remarcando la urgencia de recibir aviones transporte de la máxima capacidad. Asimismo, Franco le transmitía que su lucha era de marcado anticomunismo y que España corría el riesgo de convertirse en un estado bolchevique. Hitler, en principio escéptico ante la intervención alemana, fue cambiando de opinión a medida que transcurría la conversación y le llegaban noticias de que Francia, donde gobernaban las izquierdas, estaba a punto de enviar ayuda a la República española. No se sabe qué argumento, o argumentos, convencieron finalmente al líder nazi, pero lo cierto es que, con mayor predisposición para ayudar a Franco, solicitó la asistencia a la reunión de los ministros de Aviación, Hermann Goering, y de Guerra, Werner von Blumberg, y de un representante de la Marina. Hitler expuso la posibilidad de apoyar al general español, comentando que la prioridad en esos momentos era el envío de armas y aviones, y no tanto la de unidades militares. Goering, reticente al comienzo, entendió que la participación de la aviación alemana en el primer puente aéreo entre dos continentes podía ser una valiosa experiencia, a la vez que consideró la posibilidad de obtener materias primas de España, indispensables para la industria bélica germana.
A la derecha de la imagen, Rudolf Hess, número dos del partido nazi, telefoneó a Adolf Hitler para que recibiera a los emisarios de Franco. Hitler quedó convencido durante la entrevista con los negociadores del general español de la participación de Alemania en la Guerra Civil (Foto: lavoz.com.ar).
Legionarios llegados a Sevilla en uno de los Junkers Ju 52 enviados por Hitler a Franco. La llegada de estos trimotores proporcionó al general español el vital puente aéreo con el que trasladar sus tropas desde Marruecos a la Península (Foto: La Guerra Civil Española, Ediciones Folio).
Como resultado de esta larga reunión, finalmente se acordaría el envío inmediato de 20 Junkers Ju 52 para el transporte de tropas, que serían llevados en vuelo por sus tripulaciones desde Alemania. El primero de ellos sería el propio Max von Müller, que, pilotado de nuevo por Henke, ahora de mejor talante, realizó el viaje directo a Marruecos el día 28, añadiéndole al avión depósitos extras de carburante. Henke daría inicio al puente aéreo ese mismo día trasladando a una treintena de soldados en cada uno de los tres o cuatro viajes realizados en esa jornada. Una vez llegados los restantes trimotores, cientos de soldados y de componentes de material militar comenzaron a ser trasladados de forma masiva a partir del día 6 de agosto, superándose por completo el bloqueo naval por vía aérea. Para entonces, las sorprendidas fuerzas de la República ya no pudieron detener el avance de las tropas profesionales del general Franco, que se harían con el control de amplias zonas del sur de la Península, provocando así el inicio definitivo de una larga guerra civil y el final de una etapa política en la Historia de España.

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