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domingo, 5 de mayo de 2013

CIEN AÑOS DE AVIACIÓN EN CANARIAS

       LOS PRIMEROS AVIADORES SOBRE LAS ISLAS

 
Secundino E. Darias García, historiador experto en Aviación. Santa Cruz de Tenerife.
(Extracto del artículo publicado en Canarias 7 el 5 de mayo de 2013) 

En el bienio de 1913-1914, los canarios tuvieron la oportunidad de ver volar los primeros aeroplanos sobre las Islas. Hasta esa fecha, habían sido los globos los protagonistas de los cielos del Archipiélago.

El francés Léonce Garnier fue el primer aviador en volar en las Islas. Aquí le vemos en una de sus exhibiciones en Gran Canaria. La presencia de su esposa como pasajera en su aeroplano, sitúa la fotografía el día 4 de mayo de 1913, fecha en la que el piloto realizó un vuelo con ella  a bordo (Fuente: revista Aeroplano núm. 16).




       ANTECEDENTES A LOS PRIMEROS AEROPLANOS SOBRE CANARIAS 

       Globos sobre Las Afortunadas

El viejo sueño del ser humano de volar tuvo su primer éxito en Francia en 1783, cuando los primeros hombres se elevaron libremente en un globo creado por los hermanos Montgolfier. En poco tiempo, la afición por lo que se conocería como “aerostación” se extendería por todo el mundo. En España, fueron precisamente dos canarios a los que se les atribuye las primeras experiencias con estos aerostatos. Aunque con ciertas dudas, los tinerfeños José de Viera y Clavijo, y Agustín de Bethencourt y Molina parecen estar acreditados con las primeros experimentos hispanos con globos de llenos de aire caliente, realizadas ese mismo año. En el caso de Viera, se considera que fue más un relato descriptivo expuesto en su obra Los ayres fixos, mientras que sí parece estar atestiguado el experimento de Bethencourt. No obstante, la ascensión de un ser humano en globo en España se le atribuye al italiano Vincenzo Lunardi en 1792.
A los tinerfeños José Viera y Clavijo, y Agustín de Bethencourt y Molina se les atribuyen las primeras experiencias con globos de aire caliente en España (Fuente: histel.com y Wikipedia)
En Canarias, las ascensiones en globo, aunque de referencias ambiguas, parece que se iniciaron en Santa Cruz de Tenerife en 1820, fecha señalada por el historiador Alejandro Cioranescu. En 1886, ya existe constancia, con un protagonista con nombre y apellidos, de la elevación de un aerostato también en la misma capital tinerfeña, efectuada por el capitán Antonio Infante de Lisboa desde la Plaza Weyler. No obstante, si hay un nombre más ligado a las exhibiciones con globos en Canarias en este período, este no es otro que el de Jaime Company Escandell, quien desde 1894, inició sus ascensiones en Tenerife para luego llevarlas a cabo en Gran Canaria, isla en la que, finalmente, se estableció. Siempre con el sobrenombre artístico de “Capitán Guillaume”, en 1896, efectuaría una ascensión sobre Arucas, y en 1910, realizaría un vuelo entre Las Palmas y Telde. Sin embargo, siete años antes, ya había volado el Flyer I, el primer avión de los hermanos Wright, y otro fenómeno, el de la aviación, había comenzado a extenderse restándole protagonismo a las exhibiciones en globo.

LAS EXHIBICIONES DE 1913-1914

Léonce Garnier, primer aviador sobre Canarias

Desde que en 1906 Alberto Santos-Dumont voló en París con su modelo 14-bis, primer avión europeo, fue en Francia donde, en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, se produjo una verdadera eclosión de diseñadores y fabricantes, destacando los Blériot, Caudron, Deperdussin, Morane, Voisin, entre otros, y convirtiéndose en la nación de mayor referencia para la industria aeronáutica. También sus aviadores galos fueron los que más fama atesoraron gracias a sus numerosos éxitos en diversas competiciones. Aquellos logros llevaron a que estos pilotos fueran los más reclamados en España para protagonizar las llamadas “fiestas de la aviación”. Uno de ellos, Léonce Garnier, se estableció incluso en Vitoria, donde fundaría una escuela de pilotos que llevaría su nombre. Disponía de varios aviones del modelo Blériot XI, muy conocido a partir de 1909, por la travesía del Canal de la Mancha protagonizada por el propio Louis Blériot, fabricante de estos aparatos. Con estos aeroplanos, Garnier se gestó una amplia fama en las diversas exhibiciones celebradas en la Península.

Antes de volar sobre las Islas, Léonce Garnier venía precedido de una gran fama por sus exhibiciones en la Península. En la foto, el aviador sube a uno de sus Blériot XI durante una demostración en Sevilla.
      A comienzos de 1913, Canarias no había tendido aún la oportunidad de contemplar el vuelo de un aeroplano. La fama de Garnier hizo que se decidiera su contratación para una exhibición aérea en Gran Canaria durante las fiestas de San Pedro Mártir. En las gestiones, influyeron el periodista Domingo Navarro y el propio Jaime Company. El aviador llegó en barco a Las Palmas el 20 de abril acompañado de su esposa, María Somech, y del mecánico Mañero. Se eligió como campo de aterrizaje una explanada cercana a Guanarteme, en el actual municipio de Las Palmas, para esta exhibición. Su aeroplano, un Blériot XI biplaza que fue traído en piezas y fue ensamblado para su disponibilidad el día 30. La afluencia de público superó las expectativas con más de 6.000 asistentes. A las 15:00, el aviador se situó a los mandos de su avión. Mañero accionó la hélice encendiendo el motor, y Garnier despegó en solitario entre los aplausos del público. Aunque sólo voló cuatro minutos, causó gran sensación. A la 15:30, volvió a despegar, esta vez, acompañado de Campany, quien se convertía en el primer residente canario en volar en aeroplano. A lo largo de la tarde, Garnier se elevaría dos veces más. No obstante, antes de iniciarse el segundo de estos dos vuelos, el mecánico recibió un fuerte golpe de la hélice en la mano. Por entonces, el sistema de encendido del motor se hacía sujetando la hélice con las dos manos para luego impulsarla con los brazos. Esta operación no dejó de ser arriesgada hasta que años más tarde se instalasen manivelas primero y, posteriormente, mecanismos de encendido automático. Mañero fue atendido por la Cruz Roja con varias fracturas en la mano, pero sin mayores consecuencias. Granier no desistió y él mismo se puso ante la hélice para accionarla en persona. Lo habitual en estas circunstancias era que voluntarios del público sujetasen la cola del avión para evitar que el aeroplano saliese despedido al encenderse el motor. Por entonces, también los frenos brillaban por su ausencia. En el último vuelo de aquel día, acompañó al aviador el gobernador militar de Gran Canaria, José Sierra. Garnier realizó un pequeño recorrido sobre la zona pasando por encima de la Playa de las Canteras, La Isleta, la Bahía del Confital y Tamaraceite, para volver a posarse en Guanarteme. El día 4 de mayo aumentó sus hazañas, con un vuelo hasta Agaete acompañado de su mecánico. Una vez sobrevolada esta población para deleite de sus habitantes y sin realizar en ella aterrizaje alguno, Granier volvió dirección a Las Palmas, pero antes tomo tierra en Arucas, donde fue recibido calurosamente. Fue la primera conexión aérea entre dos poblaciones canarias ida y vuelta y con un pasajero. A su regreso, efectuó dos vuelos más, acompañado de su esposa, quien protagonizó así el primer vuelo de una mujer sobre las Islas. Con estos hitos, concluyeron las exhibiciones de Garnier en Gran Canaria.
Preparativos en el aeroplano de Garnier durante su estancia en Gran Canaria (Fuente: revista Aeroplano núm. 16).

Perfil del primer aeroplano que voló sobre Canarias, el Blériot XI biplaza de Garnier (Fuente: aeropinakes.com).
       Casi al mismo tiempo que se habían desarrollado las gestiones en esa isla para la exhibición de Granier, desde Tenerife se había solicitado también la presencia del aviador. El día 9, Garnier llegaba al Puerto de Santa Cruz de esta isla para participar en los actos de las Fiestas de Mayo. Como campo, se eligieron unos terrenos cerca de la montaña de Ofra. Al día siguiente, se produjo otra gran afluencia de personas a ese lugar venidas en abarrotados coches y tranvías. A las 17:30, Garnier despegó acompañado del ingeniero Santa Cruz, sobrevolando la capital. Luego regresó dirigiéndose a Geneto. A la vuelta, el piloto aterrizó perfectamente, pero, ya casi con el avión detenido, un desnivel del terreno provocó que el aparato chocase con el morro contra el suelo causándole serios desperfectos en la hélice. El piloto no sufrió daño alguno, pero el Blériot quedó sin posible reparación. Las restantes demostraciones se suspendieron ante la desilusión del público y del aviador, quien se marchó con otro hito en la Historia de Canarias, el haber protagonizado el primer accidente de aviación de las Islas, aunque, por suerte, sin trágicas consecuencias.
Accidente de Garnier en Tenerife el 9 de mayo de 1913, el primero de la aviación de Canarias, pero sin final trágico, sólo desperfectos en su aeroplano Blériot (Fuente: Colección de Secundino Darias).


Las otras exhibiciones en Tenerife

En julio de ese año llegaría Maurice Poumet al Puerto de la Cruz para participar en las Fiestas del Gran Poder de Dios. En esta ocasión, el público superó los 3.000 asistentes y hubo que establecer un servicio especial de automóviles y de vapores para los desplazamientos. El día 20 el aviador despegó desde en el Barranco de San Felipe con su Morane-Borel-Saulnier, aparato singular del que sólo se construyeron quince modelos. Poumet realizó ese día dos vuelos. El primero fue de sólo ocho minutos, pero en el segundo efectuó varias maniobras para admiración del público durante 20 minutos, aterrizando después sin contratiempos entre el clamor de los presentes. Al día siguiente, volvió a despegar deleitando 25 minutos a los espectadores. En ella, se elevó hasta los 2.000 m y efectuó un recorrido sobre Icod y La Orotava. Las exhibiciones de Poumet, a diferencia de la de Garnier en Tenerife, transcurrieron sin incidentes que lamentar.
Maurice Poumet a los mandos de su Morane-Borel-Saulnier en el Puerto de la Cruz. Puede observarse que se acaba de accionar la hélice para el arranque del motor y que varios voluntarios sujetan la cola del aeroplano para evitar que salga despedido (Fuente: Colección de Secundino Darias).
La siguiente exhibición de ese año fue celebrada en La Laguna durante las Fiestas del Cristo. En los trabajos anteriores, se ha atribuido su protagonismo a un aviador con el nombre de “Pierron”, pero hoy en día, tenemos la duda de su identidad. Por entonces, sí existía un aerostero llamado Louis Pierron que se dedicaba a las exhibiciones en globo, pero no en aeroplano. Sin embargo, a poco que un historiador especializado en aviación estudie la época, se encontrará con que no existe ningún aviador con esa identificación en la lista de pilotos que pasaron por España en esos años. Por el contrario, sí está presente Edmond Perreyon (nótese la sutil diferencia entre ambos apellidos). La confusión ha podido deberse a una mala transcripción del nombre y a que se ha tomado como referencia el publicado en la prensa de la época y en el cartel anunciador de este evento, donde se lee “Mr. Pierron”, y a que los autores posteriores lo citasen como verídico. Paradójicamente, el propio cartel anunciador nos da la pista para saber que el piloto era Perreyon, al citarlo como “El Coloso de los Cielos” y añadir a continuación “que recientemente ha batido el record de altura en París”. En efecto, el aviador más famoso por entonces por sus marcas de altitud era Edmond Perreyon, quien, según datos de las revista Flight, había batido el 11 de marzo el record mundial de altitud en solitario con 5.880 m, pero, más recientemente, el 3 de junio, había logrado otra marca, esta vez con un pasajero a bordo, ascendiendo hasta los 4.960 m, en Buc, París.
Para la exhibición en La Laguna, se habilitó un campo en la Mesa Mota y el 21 de septiembre a las 17:00, el aviador despegó con su modelo Deperdussin. Tras dos minutos de vuelo, perdió altura y se estrelló quedando el aparato al revés. El piloto resultó ileso y el avión pudo repararse, efectuando un vuelo de prueba el 1º de octubre en El Portezuelo. Una nueva exhibición fue prevista para el día 6, pero fue tal el número de personas que invadió el campo de aterrizaje, situado ahora en el Llano de Regla, que el gobernador civil optó por suspenderla para evitar algún accidente más, concluyendo así esta fiesta de aviación sobre La Laguna para decepción del público.
El aeroplano Demazel, creado por el aviador Lucien Demazel, fue el último avión en volar en Canarias durante las fiestas de aviación del bienio 1913-1914 (Fuente: podniebni.zafriko.pl).
Al año siguiente, se celebró aún una última exhibición aérea ya comenzada la Primera Guerra Mundial. Sería de nuevo el Puerto de la Cruz, adonde el aviador protagonista, Lucien Demazel, llegó el 4 de agosto, tres días después de que Francia declarase la guerra a Alemania. Aunque se planteo la suspensión de los vuelos por este contexto bélico, el aviador aceptó volar el día 9 desde el barranco de San Felipe. Por entonces, el piloto realizaba sus exhibiciones a los mandos de un modelo de su creación y nombre, el Demazel, que, a diferencia de los aparatos monoplanos anteriores, se trataba de un biplano basado en los diseños de Caudron. Sin contratiempos, el aviador se elevó sobre el Puerto de la Cruz en tres ocasiones para gran satisfacción del público. No hubo más demostraciones. Demazel regresó de inmediato a su país para alistarse y la guerra impidió más exhibiciones aéreas. No sería hasta 1919 cuando de nuevo se volvería a ver un avión sobre Canarias.

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